jueves, 7 de octubre de 2010

El Sentido de la vida no se Inventa, se descubre"-Viktor Frankl

Los seres humanos de todos los tiempos, se han hecho preguntas similares: ¿Quién soy?, ¿hacía donde voy?, ¿cuál es el sentido de la vida y de mi vida?.
Las respuestas a lo largo de la historia han sido inestables. Muchas de ellas se inscriben en los principios de las religiones o de los sistemas filosóficos, también se nutren de la sabiduría popular. Además de las creencias y los aprendizajes heredados, y en las tradiciones de los pueblos, de las comunidades y de los clanes, se requiere de la mirada interior, la exploración del propio ser, para encontrar los caminos profundos y personales.
Cada hombre y cada mujer requiere entrar en contacto esencial consigo mismo para encontrar sus respuestas en lo más misterioso de su alma, poner atención en conceptos tales como la libertad para elegir y decidir, y por ende en la responsabilidad que esto implica. En el sentido más esperanzador que sostienen al hombre y que no está totalmente determinado por sus condiciones históricas y sociales.
Sin embargo, no se puede negar la influencia de la sociedad, de la cultura, de la historia misma, en las creencias y actitudes de los individuos. Pudiéramos decir que existen terrenos más o menos fecundos para que los seres humanos desarrollen lo mejor de sí mismos o para que no lo hagan.
A nivel social y familiar, podemos encontrar ejemplos que promueven la comunicación y el respeto; y otros en los que el abuso, la violencia y la sin razón, son norma cotidiana. Desafortunadamente la sociedad de hoy en día, ofrece aspectos preocupantes en los que pareciera que el ser humano ha perdido la brújula de su existencia y la calidad de su esencia. No son raros los ejemplos que podrían llevarnos a cambiar el título de ciudadano por el de consumista, o cliente.
Consumir hoy es la regla de oro, hasta la indigestión. La creencia subyacente en este consumir inmenso, es la de que todo aquello que se compra, que se usa, que se posee o que se ingiere va a contribuir a llenar el vacío. La prueba de esto no es así es el hecho de que la satisfacción nunca llega. El consumidor siempre requiere más de lo mismo, o bien del nuevo modelo, bajo la creencia de que una nueva variable va a representar la satisfacción deseada. El ejemplo más dramático de esta lógica insana la encontramos en el consumo compulsivo de drogas psicoactivas, mal creciente de nuestros tiempos, que solo contribuye a aumentar el vacío existencial, a pesar de los efímeros momentos de exaltación químicamente inducida. Pero no solo los consumidores de drogas son presa de que algo o alguien de afuera va a solucionar el problema existencial. Son muchos los que confunden el nutrimento o el complemento con la solución. Algunas relaciones de pareja representan un buen ejemplo de este modo de vivir consumista en las que la atención se enfoca en el proceder del otro como fuente única de bienestar y de satisfacción. Las consecuencias de este tipo de concepción son la obsesión, el control y la insatisfacción a largo plazo. En cambio, cuando la relación se enfoca en un acompañarse y respetarse, conservando la responsabilidad y los propios anhelos, pueden construir un terreno fértil para el crecimiento de sus miembros. En este enfoque en lugar de controlar, se comparte.
Otro ejemplo de consumo sin satisfacción puede ser la actividad sexual cuando no se acompaña de ciertas actitudes como la responsabilidad, el respeto, la generosidad y en última instancia del afecto o el amor que agrega a la satisfacción sexual el componente de la intimidad y de la cercanía y por lo tanto confiere a la experiencia una mayor plenitud. El problema con el sexo compulsivo, es que al igual que los otros “Pseudosatisfactores” externos, en lugar de llenar el vacío lo ahondan.
La violencia es otro de los grandes males de nuestro tiempo. Ciertamente los hombres de todas las épocas han tenido una propensión a experimentar la violencia en determinadas circunstancias y han matado por ideales (el Rey, la religión, la patria), por hambre, por desesperación, por afán de poder o por combinación de estas o de otras causas. Seguramente si hacemos un balance histórico resultaremos ser la especie biológica más depredadora de sí misma. Pareciera que la guerra en algún grado forma parte y formará parte del transcurrir humano. Pero hay otros tipos de violencia. Una es la violencia cotidiana que inunda nuestras ciudades, nuestras calles y los mismos hogares de muchas familias. Es la violencia que absurdamente deja a unos hijos sin padre o sin madre, que secuestra y negocia con vidas humanas, que lanza a miles de niños a la barbarie de la vida en las calles, parques y alcantarillas, que arrebata a mucha gente su sustento o sus ahorros; es la violencia que propone una cultura de la muerte y no de la vida, que a veces se refleja en el cine, en la televisión, en la música, en las expresiones y costumbres de algunos grupos sociales. Sin duda el desempleo y el hambre juegan un papel en este tipo de violencia, no es el aspecto más importante. Por último, el que roba por hambre no necesita matar y con frecuencia no lo hace.
En primer lugar hay una profunda crisis de valores que sitúa al poder y al dinero –nuevamente la lógica- Consumista, utilitaria, adictiva- sobre el bien más preciado que es la vida humana. El respeto a la vida de todo aquel que nace es fundamento de todos los derechos humanos. La violación sistemática de este derecho forma parte de una sociedad enferma y decadente que ha perdido su propio horizonte.
La otra violencia se relaciona no con el narcotráfico, sino directamente con el consumo abusivo de alcohol, que transforma de tal manera la conducta, que pone a quien lo consume en situaciones de riesgo, en las que la violencia de cualquier tipo, ocasiona graves consecuencias.
Aún hay un tipo de violencia más sutil: la del hombre con otras especies naturales, la depredación sistemática, el ecocidio generalizado en aras de un supuesto progreso económico y material. La contaminación de los mares, de los ríos, de los campos, del aire, parece ser la regla. En esta vorágine destructiva, el ser humano se ubica separado de la naturaleza y esto también contribuye a su orfandad y a su extravío. Las culturas precolombinas (incluyendo lo que queda de ellas) tuvieron relaciones radicalmente distintas con el enorme entorno natural, seguramente se sentían integradas a él y esto les daba una sensación de pertenencia y de continuidad con el universo, era más congruente con el plan de hombre y con el plan divino la sacralización de lo natural, el culto al sol y a la tierra, al agua y al aire, a los animales y a las plantas, que el culto al dinero, al poder, al consumo y a los falsos profetas. Perderle el respeto a la naturaleza es una de las grandes perversidades de nuestros días, pues en el fondo es perderle el respeto a aquello de lo cual también estamos hechos y es perder uno de nuestros referentes vitales más importantes.
Viktor Frankl sobrevivió al holocausto durante la segunda guerra mundial después de haber estado confinado en un campo de concentración como tantos otros miles de judíos. La enorme lección de Frankl es el haber encontrado en ese ambiente adverso la esperanza y la fortaleza para sobrevivir y la inspiración para crear un método psicoterapéutico basado en la búsqueda del sentido o del significado: la logoterapia.
“El hallazgo del sentido se da cuando un ser humano:- Descubre una verdad sobre sí mismo: “Así soy Yo”. - Toma conciencia sobre alternativas de elección. - Experimenta su unicidad. - Actúa responsablemente. - Realiza actividades significativas. - Percibe la verdad, la belleza y el amor. - Trasciende sus intereses a través del amor y del servicio. - Transforma el dolor y el sufrimiento en oportunidades”.
El descubrimiento de sí mismo, con defectos y cualidades, con errores y aciertos, es decir, la aplicación de la auténtica humildad coloca a las personas en posición de asumir las propias limitaciones y potencialidades. Admitir las fallas y errores abre las posibilidades de cambio personal y no en la obsesión de cambiar o de controlar a otros. “Una de las mayores limitantes que los hombres pueden auto-imponerse es la de limitar sus opciones a las mínimas o con frecuencia a una sola posibilidad o alternativa. El hombre se vive así como víctima de las consecuencias que lo determinan en forma absoluta. Es cierto que el margen de posibilidades no siempre es muy amplío, pero aún en condiciones de estrechez reales, siempre hay opciones”. Los ejemplos múltiples los aportan seres en situaciones de discapacidad o de desventaja física o social que abre puertas dando muestra de lo que se puede lograr cuando alguien se lo propone a pesar de la adversidad. El mismo camino de Viktor Frankl nos muestra esta posibilidad de elegir: difícilmente puede concebirse algo más desolador y aterrador que un capo de concentración y ahí fue donde desarrolló este médico un método basado en la esperanza. El discapacitado físico que triunfa en el deporte, el hombre o la mujer que se sobreponen a la tragedia, las minorías marginadas que viven con dignidad y con alegría su diferencia, el pobre que se supera, el rico que comparte su riqueza, la mujer que decide romper los paradigmas de sumisión tradicionales, el hijo de un alcohólico que decide no beber, el joven que responsablemente decide romper con una imposición familiar; todos estos y muchos más son ejemplos de cómo el hombre tiene la capacidad de abrir puertas: siempre si uno así lo decide hay, por una puerta que se cierra, otras que pueden abrirse. El problema no radica en la falta de puertas reales o potenciales, sino en la actitud mental que no visualiza “más allá de sus propias narices”. La vida es una gama inmensa de posibilidades y de oportunidades; para verlas se requiere una actitud mental abierta y propositiva.
Cada ser es único en tanto que posee características que lo distinguen de otros seres humanos. Por ello ciertas respuestas existenciales residen en el interior de cada hombre y de cada mujer. Cada persona tiene sus propios talentos y también sus propias limitantes. Los seres humanos son no solo aquello que se les ve sino también aquello que traen oculto y que les puede permitir ser seres más plenos y desarrollados. Carl Rogers, probablemente el psicólogo que mejor ha expresado la necesidad de considerar la subjetividad en el ser humano, habla del “proceso de convertirse en persona”, refiriéndose precisamente a ser aquello que responde a los propios anhelos, a las propias capacidades, a la propia esencia; en contraposición a aquellos patrones y expectativas sociales o culturales. Esto no se refiere a romper por rebeldía o por resentimiento, pues en este caso hablamos de reaccionar ante otros y no de actuar por sí y para sí. El que reacciona no sigue los dictados de su corazón y en el fondo depende tanto como aquel que se somete sin excepciones. Llegar a ser aquella persona que cada quien está destinada a ser, no significa actuar en contra de nadie sino a favor de sí mismo. El encuentro y la aceptación de este ser particular y único que cada quien, constituye la base de la autoestima y esta a su vez es el ingrediente básico del bienestar personal.
Quizás una de las lecciones indispensables que tenemos que extraer de este siglo es sobre la necesidad de tolerar o aún más, de respetar las diferencias.

Uno de los grandes retos es el de aprender a vivir la tolerancia o mejor aún el respeto. La primera implica el reconocimiento de que el otro está ahí, que es distinto a mí y de que tengo que coexistir pacíficamente con él. El respeto es una actitud mucho más profunda y generosa, pues implica el reconocimiento de la riqueza y del potencial en la diferencia y es una actitud que reconoce el valor de cada ser humano que admite y aprecia su propia unicidad, que se autoexplora y autocrítica sanamente, está bien colocado para respetar a otros seres humanos. Como decía Carl Rogers: “Entre más ahondo en mí mismo como persona, más afirmo mi raíz comunitaria con los otros hombres”.
Vivir con responsabilidad es la consecuencia lógica de la libertad. Vivir con responsabilidad implica asumir la propia vida, los actos y sus consecuencias. Aquel que vive enfocado en lo que hacen o dejan de hacer los demás y justifica a partir de ello sus fracasos y desatinos, ansiedades y depresiones es un ser que no está viviendo responsablemente.

Bajo este enfoque la atención se centra en las consecuencias más que en las causas de la conducta humana, bajo la premisa de que el hombre siempre puede modificar su conducta hacia patrones más responsables que se traducen en autorrealización personal y en la satisfacción de dos necesidades básicas, comunes a toda la especie humana: “amar y ser amado” y “sentirse valioso ante sí mismo y ante otros.

Significación es sentido, es satisfacción, es trascendencia. También el significado se encuentra a través de percibir la belleza y de recibir el amor. Mar y montaña, cielos y nubes, ríos y lagunas, árboles y pastizales, nieblas y nieve, sol, luna, estrellas, conjugación de colores entre los que destacan el azul y el verde y de este surgen tonalidades intensas de rosas, amarillos, naranjas, blancos, rojos, violetas. Tonalidades distintivas para cada época del año, para cada región, para cada rincón. La apreciación y el disfrute de lo bello en cualquiera de sus manifestaciones es otra fuente de riqueza para la vasta sensibilidad humana. Aquí también es dar a los sentidos no solo el aspecto utilitario, sino el papel que tienen para vincularnos a través de la belleza con lo más íntimo y profundo del alma humana.
El concepto del amor se relaciona íntimamente con el concepto de servir, es decir, la preocupación sana y genuina por otros traducida en acciones concretas de ayuda, de apoyo y de solidaridad con otros. La esperanza debe y puede ser más grande que los problemas que nos aquejan.
Un último punto en la búsqueda de sentido, es la transformación de las experiencias dolorosas en oportunidades. Esta posición ante el dolor, no se recrea con él en una actitud estéril y masoquista, sino que enfrenta el dolor inherente el hecho mismo de vivir con una postura creativa y esperanzadora.
La recuperación es ante todo la búsqueda de nuevos sentidos y significados ante un vacío profundo y doloroso. El dolor adquiere sentido para buscar en lo más profundo de sí mismo los nuevos motivos para vivir, para valorar la salud, la vida y el amor, para encontrar el sentido del servicio, en suma, para vincularse significativamente con los valores, con las personas, con el trabajo, con el servicio, con la naturaleza, con el universo y con lo divino.
Todos necesitamos en nuestras vidas y que es precisamente la idea de un “proyecto de vida” que incluye metas y objetivos, abarcando las diferentes áreas vitales: salud, educación, relaciones, etc. Para construir este proyecto necesitamos tomar la inspiración y el aliento afuera para buscar la respuesta final adentro de nuestro ser.


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